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La dura historia de Ángel Correa, el especialista en gambetear situaciones complicadas que disfruta la Selección Argentina

Angelito recorrió desde muy pequeño una vida con obstáculos que lo marcaron para siempre. Perdió a su papá a los 10 años y transitó una infancia llena de carencias y peligros. Después, ya como jugador profesional, atravesó una operación en el corazón para seguir jugando. Se sobrepuso a todo. A los 26 años, no se conforma con ser clave en el Atlético de Madrid campeón. También quiere convencer a Lionel Scaloni. 
 

Ángel Correa, titular ante Bolivia
Ángel Correa, titular ante Bolivia (EFE)

Por Enrique Gastañaga

Muchos se asombraron con Angel Correa y su facilidad para eludir adversarios bolivianos sólo con un giro que a ellos desorienta y que a él le permite quedar de frente al área rival. Se trata de una virtud que el rosarino exprime desde siempre, no sólo desde aquella aparición explosiva en San Lorenzo…

Las estadísticas de Correa en el 4-1 contra Bolivia, recogidas por DataRef, muestran a Correa con 3/4 gambetas exitosas, 5/7 duelos ganados, 34/36 pases precios y 3 pelotas recuperadas. Todo en 64 minutos. Como para que Lionel Scaloni piense en darle mayor espacio. Son números potentes, pero no deben extrañar.

Es Angelito un especialista en gambetear situaciones complicadas del juego, pero también de la vida. Es que las barreras en su historia no sólo han sido defensores obstinados. También desde muy pequeño viene eludiendo muchos otros obstáculos que dejan una huella en el corazón.

Correa nació hace 26 años en un barrio difícil del sur de Rosario. Se llama Las Flores. Ahí el peligro le gana por goleada a la paz. Alguna vez él mismo reconoció: “Por algunas balas perdí muchos amigos que estaban en lugares donde no debían”. Aunque sus progresos en este juego fascinante le permitieron alejarse de ese lugar lleno de riesgos, nunca pudo terminar de romper el vínculo con lo peor de ese sitio. Todo por las sospechas de que parte de su pase pertenecía a la tan temida banda narco Los Monos.

Vivió Angelito una infancia llena de carencias: “Nunca tuve un juguete. A veces alguna pelota y nada más”. Como si no fuesen suficientes el contexto y las necesidades, cuando recién había cumplido 10 años, Angelito y sus nueve hermanos sufrieron la muerte de su papá, ese hombre que lo llevaba a jugar al baby, el mismo que a todo el mundo le anunciaba que su hijo alguna vez deslumbraría en el fútbol grande.

Aunque su padrino continuó arrimándolo a cada partido, todo se complicó todavía más. En esa época ya se advertía su talento futbolero y cobraba unos mil pesos de viáticos que resultaban claves para subsistir, pero no alcanzaban. Angelito suele recordar a su mamá “delgadita y tomando mate o matecocido”. De grande comprendió que ella no comía para que él y sus hermanitos comieran. Siempre la define como “una guerrera”.

Ya atravesado el debut con 17 años en San Lorenzo, a principios de 2014, se puso en duda su pase en 8 millones de euros al Atlético de Madrid. Le descubrieron un problema en el corazón: “Un tumor benigno en el ventrículo izquierdo”. Lo operaron en Nueva York y se perdió las semis y las finales de esa Libertadores 2014 que ganarían los de Boedo por primera vez en su historia.

Su vida luego giró alrededor del Atlético. Le costó adaptarse y aceptar que no sólo podía moverse detrás del “9”, el lugar donde más le gusta jugar. Le hizo caso a Diego Simeone, se abrió a otros roles y se transformó en decisivo en la conquista de la última liga española. Jugó en los 38 partidos y dibujó un gol tan bonito como clave contra el Valladolid, el día de la vuelta olímpica. Y llegó la posibilidad de esta Copa América, corriendo desde bien atrás, aprovechando cada posibilidad, cada momento, con la fórmula de siempre, gambeteando...

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