Opinión

La peste ya pasó

La historia de Kamara, en tiempos de ébola, es uno de los orígenes para calcular, suponer y entender qué puede pasar ahora cuando el coronavirus avanza en el mundo

John Kamara y la leyenda en su remera: "Somos africanos, no somos un virus"
John Kamara y la leyenda en su remera: "Somos africanos, no somos un virus" (EFE)

Por Ignacio Fusco

Son días alborotados en la vida de John Kamara. Alborotados por eléctricos, movidos, días lindos: en unas horas nada más va a jugar por segunda vez para su selección y, a la vuelta, en Grecia, donde vive hace dos años, debutará en el Lamia, su nuevo club. Kamara es volante, tiene 26 años, el partido que tanto ansía jugar es por las Eliminatorias de la Copa Africana de Naciones y lo hará donde ahora descansa, en Camerún. En un hotel de Yaundé, la capital, es donde descansa, y es ahí también, mientras descansa, donde advierte, donde ve, que ha recibido un mail. Es de los directivos de su nuevo club. Lo abre. Lee: "No vuelvas". La selección de Kamara es la de Sierra Leona, uno de los tres países afectados por el virus del Ébola, pero hace más de un año que él no viaja a su patria, la tierra en la que nació. Aprieta responder, les cuenta eso. Les cuenta también que cada mañana, cada noche, les han tomado la temperatura --a él y a sus compañeros-- en Camerún. "Me someto a los controles que requieran", les escribe, quizá porque en el correo de los directivos había, también, algunas imprecisiones: que vuelva, bueno, pero "después de 15 ó 21 días", le dicen, cosa de que ningún griego se vaya a contagiar. Es la primera semana de octubre de 2014, un año que terminará con 4.868 muertos entre Guinea, Liberia y Sierra Leona, una masacre invisible para las noticias del mundo blanco, el mundo conquistador: es el 49% de la gente que se infectó. Por eso mismo, el equipo de Kamara ya no puede ser local: los seis partidos de la última fase clasificatoria los jugará de visitante. Frente a Congo, Costa de Marfil y Camerún, la ida y la vuelta, lo mismo, en el estadio de cada uno de ellos. En Yaundé, en la ciudad en la que recibió el mail, entonces, Kamara fue titular. Dos veces fue titular: en el empate 0-0 y en la derrota 0-2. Y volvió. A la semana ya había debutado en el Lamia de Grecia, victoria 1-0 al Larisa, con una asistencia de él. En el festejo mostró una camiseta: "Somos africanos. No somos un virus". La Federación Helénica de Fútbol lo citó a declarar.

La historia de Kamara –la historia del Ébola, la historia en Sierra Leona– no es solo un hipervínculo a partir de la palabra virus, todo lo contrario, no: es uno de los orígenes para calcular, suponer y entender qué puede pasar ahora. Luego de la epidemia del Ébola, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) les encargó a expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Banco Mundial un informe para saber qué tan preparado estaría el mundo si apareciera en todos los países un virus así de criminal, así de letal. La respuesta llegó hace seis meses y se entregó en Nueva York. "La humanidad está trastabillando hacia el equivalente del siglo XXI de la epidemia de gripe de 1918, que afectó a un tercio de la población del mundo y mató a aproximadamente 50 millones de personas (…) Un brote similar hoy se propagaría mucho más rápido y de manera más generalizada (…) Prepararse para ello rara vez es una prioridad para los líderes políticos", escribieron Gro Harlem Brundtland (ex primera ministra de Noruega y ex Directora General de la OMS) y Elhadj As Sy (secretario general de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja), dos de las 15 personas que hicieron el informe, en un artículo que publicaron en octubre del año pasado. O sea: cinco meses antes de que el Coronavirus saludara a la Argentina; el futuro, como siempre, es algo que está en el pasado, el problema en este caso fue dónde sucedió: sucedió en África, allá donde pasan cosas que a nosotros nunca nos pasarían, lejos de nuestro sentimiento, a cientos de miles de kilómetros de nuestra humanidad.

Hace un año nada más --también allá-- la selección de la República Democrática del Congo tuvo que jugar un partido por las Eliminatorias de la Copa Africana de Naciones. Entre 2018 y 2019 el Ébola volvió a encenderse, y fue en Congo donde erupcionó el volcán: sobre 3.373 personas que se contagiaron, 2.231 congoleños no lograron sobrevivir. Era marzo de 2019 y el partido era de local contra Liberia, que le pidió a la Confederación Africana no viajar hacia allá. "Basándonos en nuestra experiencia con el Ébola en Liberia y las muertes que causó a muchos de nuestros hermanos --dijo Isaac Montgomery, secretario general de la Federación-- creemos que esto podría tener un impacto psicológico significativo en la mente de nuestros jugadores". La historia la cuenta el periodista Pancho Jáuregui en el libro Fútbol africano, crónicas, historias e investigación, que este lunes saldrá a la venta en la editorial Librofutbol.com. La Confederación respondió que no había riesgo de contagio, así que Liberia tuvo que viajar. Lo mismo parecen pensar ahora los directivos de la Lazio, Napoli, Cagliari y Milan, que quieren que entre el próximo lunes y miércoles los planteles se vuelvan a entrenar. "No entiendo qué tienen en la cabeza --se enojó Damiano Tommasi, presidente de la Asociación Italiana de Futbolistas--, el problema es serio y algunos insisten, como aquellos músicos que continuaron tocando mientras se hundía el Titanic".

En el Titanic que es Italia, al momento en el que se escribe esta nota, sábado al mediodía, 47.021 personas se han contagiado: cuatro mil treinta y dos no lograron sobrevivir. Son 72 personas menos que las que murieron hace cuatro años en la Sierra Leona de Kamara: con Guinea y Liberia, 11.308 muertos en 28.610 casos entre 2014 y 2016. Pero, claro: otra cultura, un virus lejano, la globalización omnipresente, puesta en off. "Esto es lo que hay que hacer --escribió Albert Camus, arquero aficionado, en su novela La peste--. Reunir a las gentes a la salida de cinco cines, conducirlas a una playa de la ciudad y hacerlas morir en montón para ver las cosas claras. Además habría que poner algunas caras conocidas por encima de ese amontonamiento anónimo".

Ahora que vimos las cosas claras, ahora que estamos todos juntos, todos juntitos en el mismo Titanic por primera vez, lo que hay que hacer, ahora, es esto: quedarse en casa, nomás.

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