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Opinión

El Chelo Díaz nos ha vuelto a enseñar que con un buen pase se puede resolver el mundo

Cuando los hinchas de Racing recuerden este clásico que ha pasado será por culpa de su pase y su caño a la red

Marcelo Díaz pone el 1 a 0 definitivo para Racing en el clásico de Avellaneda
Marcelo Díaz pone el 1 a 0 definitivo para Racing en el clásico de Avellaneda (Fotobaires)

Por Ignacio Fusco

Marcelo Díaz nos ha vuelto a enseñar que con un buen pase se puede resolver el mundo. No es algo nuevo esto que ha hecho, en realidad: desde que llegó a Racing que anda moviendo a todos con la hipnosis de los toques simples, solo que esta vez lo hizo de manera más evidente, más brutal; el pase fue adentro del arco, el arco era de Independiente, al primer defensor que se le puso adelante la pelota le pasó de caño, faltaban cinco minutos para que terminara el partido y mientras Racing jugaba con nueve hombres, Independiente tenía dos más. Con ese pase que fue gol —el pie abierto, el dominio del tiempo, la serenidad—, el chileno Díaz inventó la frase con la que los hinchas de Racing les recordarán a los de Independiente —y a la historia del fútbol argentino— este 9 de febrero que sucedió ayer: “Con dos menos”. El hombre que mientras juega tiene el tic de adivinar el futuro –adelantándose siempre a lo que va a suceder– ha hecho ahora algo todavía mejor: el futuro será algo que directamente inventó él. Cuando los hinchas de Racing recuerden una tarde del año 2037 este clásico que ha pasado habrá sido por culpa de su pase y su caño a la red.

Marcelo Díaz jugaba de 4. Ahí debutó en la U de Chile en 2005 y ahí jugó hasta que en 2010 lo dieron a préstamo a Deportes La Serena, un equipo que en ese entonces había peleado por ingresar a la Copa Sudamericana y no lo logró. Víctor Hugo Castañeda, su nuevo entrenador, lo recibió diciéndole que con él jugaría en cualquier lado, “en cualquiera, Marcelo, menos —le dijo— de lateral”. Díaz tenía 24 años y, por lo visto, una magia que nadie vio: ese torneo jugó de 8, de volante por izquierda, de media punta y de 10. Castañeda lo puso once veces como titular y Díaz metió cinco goles, un montón. Cuando tuvo que volver a la U el entrenador ya era Jorge Sampaoli, quien un año antes justo lo había querido para O’Higgins y quien también lo recibió con un saludo que le cambiaría la vida. Dos cosas le dijo: primero, que desde ahora sería 5, y, luego, que crecería muchísimo con él. Sebastián Beccacece (insólito que no lo pusiera de entrada en el 1-1 contra Atlético Tucumán, en el debut de este ciclo) fue testigo de esa segunda transformación.

Desde atrás se ve todo y comienza todo —explicó el 5 de Racing en una entrevista con Enganche—. Me sirvió tener esa experiencia para ver un poco de frente la cancha y aprender a estar un poco a la defensiva. Ahí aprendí a jugar”. Ahí, en el corralito del lateral derecho, y en el living de su casa también: parece que al autor del golazo en el clásico a veces le tira la bronca la familia porque lo que más hace durante todo el día es mirar partidos, grabar en la memoria, estudiar. En algunas entrevistas ha dicho que quiere ser entrenador y que también le tienta ser comentarista. También ha dicho que intenta copiar a Xavi Hernández, el colorado Scholes, Busquets, Verón: acaso por eso cada pase suyo venga con instrucciones, una breve guía sobre cómo hay que seguir la jugada, ya hecha la orientación. Y también ha dicho otra cosa, una especie de tutorial del que ahora se comprende y se deduce por qué juega así: “Como la envergadura de los rivales era mayor que la mía, mi única defensa era tener la pelota”. Lo supo cuando fichó para el Basel de Suiza y entendió que al no tener la fuerza, la velocidad y los superpoderes de sus rivales no le quedaría otra que adelantarse siempre a lo que iba a pasar: llegar antes, alimentarse de ese miedo para lograr un poder mayor. Como no quiere que lo ataquen, entonces debe anticiparse, tenerla, moverla: hipnotizar al rival con sus pases, avanzar. Fue lo que hizo durante el primer tiempo del clásico. Fue lo que hizo siempre en el Racing campeón.

Fue lo que hizo ayer, antes del gol que ya es remera, bandera, posible eternidad. Miren la repetición: apenas Nery Domínguez suelta el tiro libre para Cvitanich, Marcelo Díaz ya empieza a trotar. Hay, en ese segundo, en ese movimiento, sabiduría, imaginación. Díaz ve que Montoya está cerca de Cvitanich, que Cvitanich está de espaldas e inmediatamente deduce que, suceda lo que suceda, esa jugada deberá terminar en el medio, zona desierta, centro atrás. Solo Miranda los acompaña, pero, como ellos, está marcado, así que Díaz empieza a trotar. Al lado suyo estaba el colombiano Roa, que como solo ve lo que sucede en el presente —la obviedad, enganche vago, que vemos todos— lo deja ir. Y Díaz se va, jugando en pantuflas, como dijo alguna vez Mourinho para describirlo, derechito a la memoria de los hinchas de Racing. Con un pase suavecito metió su primer gol en el equipo. No necesita ninguno más.

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