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Opinión

Daniel Osvaldo, más rebelde que crack

El Loco es un exquisito jugador y goleador, pero casi siempre quedó preso de su carácter impulsivo. Sedujo a grandes clubes y entrenadores, aunque rara vez pudo lograr continuidad en un equipo y en la mayoría concluyó mal, ahora en Banfield. El Daniel Osvaldo personaje le ganó al Daniel Osvaldo futbolista

Daniel Osvaldo
Daniel Osvaldo (Fotobaires)

Siempre se les desea lo mejor a todos aquellos jugadores capaces de reconfirmar que este juego fantástico también tiene mucho de arte. Daniel Osvaldo integra ese grupo selecto. Se lo ganó con sus rasgos de delantero distinto, con sensibilidad para resolver ante los arqueros con un toque sutil, con repentización para dibujar una pirueta en el aire tan hermosa como goleadora, con oportunismo para anticipar en el cabezazo, con clase para ejecutar un penal, con atrevimiento para tirar un caño o un taco... Un atacante completo, valioso, con juego y gol. Así hechizó durante una década a varios de los clubes y de los entrenadores más importantes del mundo. Sin embargo, casi todos resultaron amores fugaces con epílogos tormentosos. Nunca se pudo afirmar por su carácter irreverente, desafiante, impulsivo, díscolo. Al cabo, en este mundo de la pelota, el rebelde se devoró al crack. Es una pena. A él seguro que no le interesa demasiado porque cumplió montones de sueños, ganó millones y, en cierto modo, nunca demostró interés por cambiar. Al fútbol sí que le importa porque podría haberlo disfrutado mucho más.

Lo único que le faltaba a la carrera de Daniel Osvaldo era que a los 34 años le cierren las puertas de un club por faltar durante dos semanas a prácticas vía zoom y no contestar los llamados del cuerpo técnico y de los dirigentes. Había elegido volver del retiro, seducido por Banfield, el equipo del que es hincha su papá, y por esa personalidad especial de Julio Falcioni, el entrenador que en ese cargo ya no está. Le había costado el retorno luego de una inactividad de tres años y medio: por las lesiones y las dificultades para tomar ritmo, sólo sumó 62 minutos en un ratito ante River y un tiempo frente a Aldosivi.

Se comprende que la cuarentena lo haya derrumbado hasta robarle las ganas de seguir jugando al fútbol. No se entiende que no le haya dado ninguna señal a Banfield. Todo mientras aparece más que activo en las redes sociales, inclusive generando expectativas con el anuncio de un comunicado que al final muestra al Daniel Osvaldo cantante, no al futbolista. La noticia es que el domingo lanzará un tema con su banda de rock Barrio Viejo. Ni una palabra para Banfield... Eso sí, igual no sorprende.

Es que en el Daniel Osvaldo futbolista conviven dos Daniel Osvaldo. Uno es el delantero sensual, con matices de crack. Ese que debutó en Huracán y fue cautivando a varios equipos y entrenadores:

# 1. Primero en él creyó el Atalanta, que en 2006 pagó 600.000 euros por su pase.

# 2. Después de pasar un rato a préstamo por el Lecce, atrapó a la Fiorentina, que desembolsó cinco veces más: 3 millones.

# 3. Luego, el Bologna puso más del doble: 7 millones.

# 4. Lo observaron desde la península ibérica y el Español del Barcelona decidió apostarle al enamorado del rock: 5 millones.

# 5. Apenas una temporada le alcanzó para volver a Italia, a un gigante, a la Roma, a cambio de 15 millones.

# 6. Inglaterra era una cuenta pendiente y el Loco la saldó. Con sus fantasías y sus goles enganchó al Southampton, que abonó 20 millones. A esa altura, aprovechando los orígenes italianos de sus abuelos, ya era jugador de selección azzurra.

Tenía 28 años el Loco en enero de 2014, cuando desembarcó en la Juventus. Edad ideal para la explosión total, para la consolidación. Pero no. Ahí empezó el declive. A préstamo por aquí y por allá, un semestre en cada lado: en la Vecchia Signora, en Inter, en Boca, en Porto, de nuevo en Boca... El retiro a mediados de 2016 para dedicarse a la música. Tres años y medio más tarde la vuelta y este flash fallido en Banfield.

Si el goleador diferente no brilló todavía más es porque existe otro Daniel Osvaldo, el rebelde, el desubicado, el que tirotea su propia carrera con conflictos. Uno detrás del otro:

# 1. De la Roma se fue por su indisciplina y sus reacciones. Cuando el DT era Luis Enrique mantuvo un cruce con Erik Lamela por una pelota que el ex River no le pasó. Cuentan que hubo trompadas en el vestuario. Un fin de semana, inventó un problema legal en Argentina, abandonó a su equipo y viajó a Buenos Aires para encontrarse con Jimena Barón: nacía una gran pasión. El adiós lo aceleró cuando se enfrentó con la barra y se cruzó con otro técnico, Aurelio Andreazzoli. Enojado porque lo puso de suplente en una final de Copa Italia con Lazio, tras la derrota, Osvaldo no asistió a la premiación y escribió en redes: “Admití que sos un inútil. Andá a celebrar con los de la Lazio”. El DT le respondió con dureza, lo calificó como llorón y remarcó que su conducta no era propia de un jugador de selección.

# 2. Aquella pelea con Andreazzoli lo afectó además en la selección. Por ese mismo episodio, la federación italiana de fútbol también castigó a Osvaldo dejándolo afuera de la Copa Confederaciones 2013. Lo anunció en un comunicado en el que aclaró que respaldaba la resolución del DT Cesare Prandelli y que la decisión llegaba después de “evaluar el comportamiento del jugador, que no acudió a la entrega de premios de la Copa Italia ayer a la noche”.

# 3. Un año más tarde, Daniel Osvaldo también se quedó sin Mundial de Brasil. Recuerda que Andrea Pirlo, cuando Italia llegó a tierras brasileñas, le envió una foto de una gigantografía en el hotel. Ahí estaban como figuras azzurras Gianluigui Buffon, el mismo Pirlo y... Osvaldo con la 10. Igual al Mundial el Loco fue como hincha argentino y terminó a las piñas con brasileños el día de la final en el Maracaná.

# 4. Mauricio Pochettino lo había dirigido en el Español, lo rescató de la Roma y le cumplió el sueño de Premier League llevándolo al Southampton, pero Osvaldo lo desencantó. Se peleó con un compañero en el entrenamiento. El club primero lo suspendió y luego empezó a cederlo a préstamo. Un par de años más tarde, Pochettino volvió al tema: “Tomamos la decisión de retirarlo del vestuario porque tengo que tener disciplina. Osvaldo reconoció que fue un error para él venir y para nosotros ficharlo. Para mí, cuando se gasta mucho en un jugador debe tener cosas buenas: conducta, disciplina, responsabilidad, profesionalismo. Su comportamiento fue inaceptable”.

# 5. Con Mauro Icardi se enojó en pleno partido porque no le dio un pase en una jugada de ataque. No lo toleró el complicado Roberto Mancini, el DT en ese momento, decretó ahí su final en el Inter.

# 6. En su primera etapa en Boca, con Rodolfo Arruabarrena, siempre era noticia por sus apariciones en diversos recitales de rock y en tapas polémicas de revistas. Al irse explicó que no soportaba el agobio mediático. Tras una escala en el Porto, en su segundo paso xeneize, después de un partido el técnico Guillermo Barros Schelotto lo encontró fumando en el vestuario. Ahí se acabó esa aventura.

# 7. Ahora, por las dos semanas sin entrenar vía zoom y sin responder el teléfono, Banfield se cansó y le dijo basta.

La irregularidad, los cambios incesantes de camiseta, lo perturbaron. El análisis global de la carrera de Osvaldo indica que jugó 346 partidos y convirtió 104 goles, con un promedio de 0.30 grito por encuentro. No son estadísticas flojas. Al contrario. Sin embargo, podrían ser muy superiores. Si bien se trata de un delantero que no se remite a la definición, sino que también juega con dulzura afuera del área, entre principios de 2010 y mediados de 2013, su eficacia creció a casi medio gol por partido. En ese lapso, con el Español trepó a 0.46 % a partir de 22 resoluciones en 47 presentaciones; y con la Roma subió a 0.49 % con sus 28 festejos en 57 partidos. Esas dos etapas estuvieron enlazadas. No fue casualidad: con continuidad, la mejor versión. Después, 13 presencias en Southampton, 18 en Juventus, 19 en Inter, 16 en Boca, 12 en Porto, 5 otra vez en Boca y 2 en Banfield... Más elocuente, imposible.

Hace poco tiempo, con tono cariñoso, lejos de perseguir el agravio, Mauro Camoranesi regaló una definición interesante sobre el Loco Osvaldo: “Dani era un crack. Ese chico fue un gran jugador. Por ahí era demasiado boludo para ser tan bueno”. Por algo tantos equipos gigantes y entrenadores importantes apostaron por él creyendo que podrían controlarlo y sacarle lo mejor. Por algo la mayoría advirtió rápido que era un peligro de conflicto permanente, imposible de contener. Todos no se equivocaron cuando lo eligieron. Todos tampoco se equivocaron cuando le dijeron basta. No es tan difícil.

A mitad de 2018, cuando estaba retirado, Daniel Osvaldo dejó algunas frases para pensar en una entrevista con Marca. “No sé quién soy, pero me siento Dani Stone”, se definió. “El fútbol me dio mucho, pero me quitó la libertad”, apuntó. “Quiero que la gente me conozca sin el prejuicio de lo que escuchó o leyó alguna vez sobre mí”, pidió. “A mí me alcanzaba con lo que hacía. No quería ser el mejor del mundo. Y tampoco hubiese podido serlo. Eso me generó conflictos porque la gente quería más de mí. 'No me molestes, loco, yo quiero ser así”.

Nadie lo molestó. El problema es que eligió el fútbol híper profesional y aceptó desafíos en los grandes equipos del mundo. Roma, Inter, Juventus, la Premier League, Boca, Banfield también, exigen mucho más que clase y goles bonitos. Son las reglas del juego. Es una pena que Dani Stone no lo haya comprendido como para que su carrera tuviera la mejor música. A él seguro no le importa. Fiel a su esencia, disfrutó, cumplió montones de sueños, ganó millones, aseguró su futuro y el de su familia, pero quedó lejos de lo que podría haber sido como futbolista de acuerdo al talento que nadie le discute. Para serlo no debía resignar ninguna convicción. Jamás lo entendió y el rebelde se devoró al crack.

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