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Opinión

La vaselina de Rojas, un gol fuera de contexto de un outsider

Ricardo Rojas fue un lateral que no encajaba en el estereotipo del futbolista. Perfil bajo, fue héroe del superclásico jugado el 10 de abril de 2002 gracias a un golazo que sentenció el 3-0 bajo la lluvia

El festejo de Ricardo Rojas tras marcar su famosa vaselina
El festejo de Ricardo Rojas tras marcar su famosa vaselina (Fotobaires)

Por Federico Del Río

"No soy una persona fuera de lo común. Soy reservado y austero en las cosas que la gente suele ver en los jugadores". Con esa simpleza se definía Ricardo Rojas, el defensor de River que nació en Misiones y llegó a jugar el Mundial 98 con la camiseta de Paraguay. Mientras sus compañeros aparecían en camionetas y naves último modelo, él llegaba al predio de Ezeiza en su Renault 19 modelo 98, que había comprado usado. Mientras a su alrededor competían para ver quién tenía el celular más moderno, él no usaba teléfono. Tampoco tenía servicio de cable en su casa para mirar la televisión: prefería leer libros de Maquiavelo, Dostoyevski o Hemingway.

Ese bajo perfil afuera también lo tenía adentro de la cancha, como lateral por cualquiera de las bandas (y también jugó como zaguero en varias oportunidades). Es más, los hinchas de River no lo querían demasiado hasta ese 10 de marzo de 2002 en el que cambió su vida deportiva. El equipo de Ramón Díaz fue a la Bombonera y bajo la lluvia rompió una racha de casi ocho años sin triunfos como visitante en los superclásicos. Y Ricky Rojas fue el personaje de aquella tarde con una definición que quedó registrada para siempre: La vaselina de Rojas.

El misionero se soltó por la banda izquierda cuando el partido ya estaba prácticamente liquidado gracias a los goles de Cambiasso y Coudet. Le dejó la pelota a D'Alessandro y siguió su carrera. Recibió de Ortega cerca de la medialuna y la picó por encima de Abbondanzieri. Una definición exquisita, que nadie esperaba por parte suya. Ni él mismo, que estiró los brazos hacia el cielo y quedó petrificado mientras sus compañeros armaban una montaña humana encima suyo. Ese 3-0 es uno de los triunfos millonarios más recordados en la Bombonera justamente por ese gol, todavía con hinchas visitantes en las tribunas.

Ese superclásico fue en la fecha 6 del Torneo Clausura que terminaría ganando ese River de Ramón Díaz. Meses después, Rojas rechazó la convocatoria de Cesare Maldini, técnico del seleccionado paraguayo, para ser parte del plantel que disputaría el Mundial de Corea y Japón porque no quería estar tantos días alejado de su Ismael, su hijo que tenía dos años. "Es muy chico y es importante mi presencia diariamente para su crecimiento", explicó por entonces el defensor que en cada acción mostraba su particular personalidad.

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"A la semana me di cuenta que había sido lindo el gol porque venía la gente y me abrazaba en todos lados. '¿Qué les pasa?', pensaba. Mis compañeros me gastaban porque no es un característica mía... Nunca fue una característica mía", le contó meses atrás a Infobae desde Puerto Rico, el pueblo misionero adonde vive actualmente, alejado del fútbol (se retiró en 2006 jugando para Belgrano), sin mirar partidos ni escucharlos. Dedicado a la agricultura, sin ver televisión y respondiendo sólo los mensajes de texto o llamados que le llegan a su Nokia 1100.

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