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Opinión

Ahora sí Messi es tan grande como Diego

A los 34 años, Leo consiguió provocar en la Selección lo mismo que Maradona. No hace falta que gane un Mundial. Ya logró un título para la memoria, se liberó y hoy demuestra sus sentimientos sin careta. Se emociona y emociona. Argentina y Messi merecían conectarse así, con tanta fuerza.

Lionel Messi celebra uno de los goles contra Bolivia. Hizo tres y superó a Pelé. Después, se emocionó y lloró.
Lionel Messi celebra uno de los goles contra Bolivia. Hizo tres y superó a Pelé. Después, se emocionó y lloró.

Por Enrique Gastañaga

A mis hijos, a los de las últimas generaciones, a quienes crecieron observando sus fantasías, Messi ya los emocionaba, ya los enamoraba. El problema era de quienes nos hicimos grandes conviviendo con las hazañas de Maradona, de ese ser tan mágico como sanguíneo, desmesuradamente argentino, protagonista de aventuras sólo reservadas para superhéroes. Estaba bueno acompañar las sensaciones de Diego en la gloria o en los momentos en que le cortaban las piernas. Ahí estaba él, exultante o con el corazón roto… Estaba tan bueno como anoche estuvo sentir junto a Leo en el Monumental, o como en aquel domingo consagratorio en el Maracaná...

Listo. Basta de pedidos. Basta de exigencias. No hace falta más para ubicarlo a la par de Maradona. Si Leo gana un Mundial por supuesto que se celebrará de un modo brutal, pero no es necesario. Ahora sí Messi es tan grande como Diego.

Todo puede sonar exagerado después de un 3-0 como local contra una débil Bolivia, pero no es el resultado ni el rival. Son esas sensaciones que Messi disparó en el Monumental y que al propio Messi también lo impactaron en forma descomunal. Soltó todo lo que había sufrido...

Nunca estuvo en duda el amor de Messi por la Selección, pero estaba pendiente que lo demostrara no sólo queriendo estar en todos los partidos, viajando miles de kilómetros para compromisos menores que podría evitar sin que nadie se lo reproche, chocando contra varias finales perdidas y volviéndolo a intentar.

Este Messi parece liberado, dispuesto a dejarse mostrar tal cual es y siente, sin careta, sin ocultamientos. No lo hace ahora que ganó. Lo empezó a hacer un rato antes de ganar, apenas aterrizó en Brasil para jugar la Copa América, cuando declaró que era “el momento para dar el golpe”. Bien como capitán. No sólo desde el juego. Desde el contagio.

Habrá sido casualidad, o no, pero a partir de ahí el camino se allanó. Y a los 34 años, ya en el tramo final de su carrera, Messi consiguió lo que tanto se le había negado. Antes siempre le surgía alguna barrera impensada. Ahora los hechos parecen encadenarse con un guiño a su favor. Argentina rechazó ser sede de la Copa América, se realizó en Brasil y ahí Leo fue campeón por primera vez en el Maracaná y arrodillando en la final a Neymar y compañía.

Ahora, este partido con Bolivia representaba su primer encuentro como campeón en el país con la celeste y blanca, pero no encerraba demasiado valor por la fragilidad del rival. Sin embargo, él supo condimentarlo con un triplete para superar el récord de Pelé y convertirse en el máximo goleador de selecciones sudamericanas y campeonas del mundo. Y no con goles menores: uno, el primero, el que sirvió para igualar a O’Rei, fue con caño y zurdazo delicioso. Después, lo mejor: las palabras, las lágrimas, el vínculo de amor con los hinchas, con espontaneidad absoluta, sintiendo y dejando que todos a su alrededor se emocionen junto a él. La noche soñada.

Maradona ganó un Mundial, con un partido histórico contra Inglaterra con goles para la memoria que lo resumen a la perfección. Messi atrapó una Copa América ganándole la final a Brasil en el Maracaná. ¿Pesa más la Copa del Mundo? Claro que sí, pero los dos títulos son valiosos. Uno y otro cumplieron con el resultado. Y para quienes se excitan con esas cuestiones, para compensar esa diferencia, Leo es el que más partidos jugó y el que más goles hizo con la celeste y blanca.

Las estadísticas ayudan, pero son frías. Lo otro vale igual o más. Lo que se transmite, lo que se siente. México 86 había hecho explotar de alegría al país. En plena pandemia, la Copa América se celebró el día mismo de la consagración en toda la Argentina como si se tratara de un Mundial. ¿O no? Y ahora, dos meses más tarde, el Monumental fue una fiesta. Si se hubiera permitido vender entradas sin limitaciones, seguro hubiese estado desbordado.

Claro que vale ganar, pero también vale sentir. Es un combo. Ahora Messi se emociona y emociona. Messi provoca todo aquello que generaba Maradona, ligado directamente con el corazón. Argentina y Leo merecían conectarse así, sentirse así, con tanta fuerza, con tanta pasión. Ya está. No hace falta más. No hace falta que gane un Mundial. Ahora sí Messi es tan grande como Diego.

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