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Nacional

Riquelme, El Negro, el patio y la teoría del mate

Este sábado, Juan Román Riquelme volverá a La Bombonera, al patio de su casa, en un duelo entre el equipo que lo ha eternizado y el equipo que lo crio. Mientras, se prepara para tratar con la fauna con la que siempre se llevó mal si Ameal gana las elecciones del 8 de diciembre

Juan Román Riquelme
Juan Román Riquelme (Fotobaires)

Por Ignacio Fusco

"¡Yo jamás les pedí plata, eh!", grita Juan Román Riquelme. Está desconocido, sacado, lejos del hombre que hace que todo sea más lento cuando se pone a acomodar la bombilla del mate mientras lo entrevistan en la televisión. "La gente se va a cansar de todo esto –se indigna, charlando con radio Del Plata–. Si no me quieren, que digan: 'A Riquelme no lo queremos tener o no lo podemos tener', pero basta". En TyC Sports, mientras tanto, Mauricio Macri dice que "no es un buen ejemplo para los chicos" un jugador "que está todo el tiempo peleado con la dirigencia", un hombre que "tuvo una relación conflictiva conmigo, con el club". Es 2010 y a Boca lo preside Jorge Amor Ameal. Riquelme, ahora vocal titular en su lista opositora, quiere firmar un contrato hasta 2014 pero "ya tenía 32 años, venía de una operación –nos ubica Daniel Angelici un año después en el programa A dos voces– y yo entendía, y por eso me opuse, que no se le podía firmar un vínculo así". Angelici hablaba por primera vez como candidato presidencial. Ya presidente aceptará un contrato con un jugador italiano de 36 años –un jugador que la última temporada se perdió la mitad de los partidos por lesión– y contactará, también, a un delantero peruano de 35 para reforzar el actual plantel. Ya presidente, también, en 2015 charlará con AM 1190 y dirá: "Conmigo, Riquelme no vuelve más". Pero Riquelme volverá –de alguna manera volverá–, y será este sábado, a las 19.40, para ver a Boca y Argentinos; el hombre que maneja el tiempo volverá al patio del que se despidió en 2014 con una jugada que no existía: un caño de espalda sin tocar la pelota. Fue caño y fue pase, para Gigliotti, que se puso a pelear con los centrales y se cayó. La belleza había sucedido en un 3-1 a Lanús, 18ª fecha del Torneo Final. Hacía dos semanas nomás había gritado su último gol en Boca y en la Bombonera a la que volverá. Fue en un 4-2 a Arsenal. En Boca estaba Carlos Bianchi y Arsenal no era cualquier Arsenal. Lo dirigía Palermo.

A Riquelme, algunos dirigentes de Boca le decían El Negro. Se enojaban, no podían creer, cuando el enganche aparecía en sus oficinas con el recibo de sueldo y les decía que no era el real. "Estoy orgulloso de ser un villero, de ser un negro en el buen sentido –le dijo Riquelme a TyC Sports–. Estoy orgulloso de ser reconocido sin, pido perdón, chuparle el culo a nadie". Habrán pasado algunos años pero el club es el mismo, las acusaciones son las mismas y los protagonistas –la tensión– también. Lo único que ha cambiado es dónde está cada uno, algunas circunstancias, la conveniencia personal. Mientras en los pasillos de la Bombonera sacaron ahora un cuadro de Riquelme celebrando la Libertadores 2007 y pusieron en su lugar una pintura de unos nenes sonriendo en el barrio, en marzo de este año, la misma conquista tuvo su poder verdadero en palabras del mandatario mayor. "Ojalá hubiera un Riquelme que venga y haga magia y nos resuelva todos los problemas como en aquella Libertadores, una cosa maravillosa", lo utilizó Macri en la inauguración de la Fundación Libertad hace apenas ocho meses, charlando con el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Como siempre, el ring electoral es un ring narrativo: gana quien impone su relato –su interpretación de las cosas– en la representación de las redes y la televisión. Y mientras Angelici es el chato político que ve para dónde sopla el viento y se sube a surfear arriba de él, Riquelme es "el gran pensador" del país que sucede en esa televisión.

La idea, las comillas, son del escritor Juan José Becerra, autor de las novelas El espectáculo del tiempo y El artista más grande del mundo, entre otros libros hermosos, en una columna que tenía en Basta de todo, el programa de radio de Matías Martin, conductor y comentarista de TNT Sports. Anuncio, promoción: empieza acá una nota dentro de la nota, la teoría del mate de Román. Becerra cree que "la televisión es el lugar en el que menos se piensa en el mundo", un espacio en el que cuesta mucho, muchísimo, "que alguien saque su pensamiento interior", pero –también cree, detecta– es algo que Riquelme logra y, entonces, así cuenta, así explica, cómo funciona su lógica mental.

"Le preguntás al tipo –se lanza Becerra–: 'Che, ¿te gusta el Boca de Guillermo?'. Él escucha, hace una pausa de cuatro, cinco segundos… segundos en los que no dice nada pero que quieren decir: 'Estoy pensando'. Hace la pausa, todos pensamos que va a contestar, agarra su termo Stanley, lo desenrosca, como le parece que se pasó de rosca lo vuelve a enroscar, lo ajusta, ceba el mate, cuando creemos que va a tomar el mate mueve la bombilla, se ceba el mate, tarda media hora en llevarse el mate a la boca. Está pensando. Es un tipo que está pensando. Y la frase que saldrá de esa boca será más o menos perfecta porque hubo algo del agotamiento del acto de pensar, representado por el ruido del mate cuando se queda sin agua: 'Bueno, acabo de succionar todo lo que hay en mi cerebro y ahora voy a responder'. Ya el procedimiento es una provocación contra el escenario en el que está, la velocidad que impone la televisión.

"Además, la televisión es un lugar donde es muy, muy costoso plantear una especie de diferencia. ¿Cuál es la diferencia? Dejar hablar a la voz interior. Nosotros, todos, hablamos medio por boca de ganso: un poco bajo el discurso mainstream, o por amor a nuestras posesiones, según lo que tengamos o no. Recién sobre el final, relegada, queda la soberanía personal de decir algo propio. Y Riquelme es un tipo soberano. ¿Por qué? Porque dice lo que quiere, a la velocidad que quiere, contra el propio escenario y donde él lo quiere decir. Todo el mundo se ha dado cuenta de que dijo algo. Lo reconocemos. Hubo un acto de pensamiento que casi nunca sucede. Es el gran pensador de los últimos años en una Argentina cuyo escenario es la televisión".

¿Vieron la película La rosa púrpura de El Cairo? Es de Woody Allen. Trata sobre una mujer que va sola al cine a ver esa película. La mujer –cuyo matrimonio se está agrietando– la ve una vez, dos veces, tres y, entonces, un día, Tom Baxter, el explorador Tom Baxter, protagonista hermoso de La rosa…, detecta que ella siempre ha estado ahí. De repente, el hombre hecho de ficción la puede ver. Entonces, Baxter hace lo que hará Riquelme si gana la lista de Ameal: sale de la pantalla y pisa la vida real. De ganar, el gran pensador de la televisión argentina ya no estará adentro de ella cebándose un mate sino que deberá saludar, tratar, negociar, acordar, ¡escuchar!, consensuar, con la fauna con la que siempre se llevó mal. En la vida real habrá reuniones con managers, presidentes, representantes, tesoreros, reuniones cuyos escenarios, lenguajes y tiempos no son los que domina él.

Él.

El pensador que se ha acostumbrado a dominarlo todo.

El hombre cuyo superpoder es manejar el tiempo y ha sido siempre el rey.

Pero esas historias son historias que, si ocurren, será después del 8 de diciembre recién: este sábado, en un duelo entre el equipo que lo ha eternizado y el equipo que lo crio, Juan Román Riquelme volverá al patio de su casa. En el fondo, al lado de la ligustrina, lo espera el inquilino: un hombre de 55 años que no sonríe nunca y tiene panza de patrón.

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