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Nacional

El primer título de Bianchi como técnico de Vélez

Se cumplen 27 años de la vuelta olímpica del Clausura 93, el punto inicial de la exitosa etapa que lo transformó en Virrey. Después de un empate con Estudiantes, la igualdad por la noche de Independiente hizo que los de Liniers festejaran el título en la concentración

Por Federico Del Río

Ya habían pasado 25 años del título de Vélez en el Nacional 68 y después de varias frustraciones parecía que le había llegado la hora nuevamente a los de Liniers. Una gran campaña de la mano de Carlos Bianchi como entrenador parecía llevarlo hacia la vuelta olímpica, pero a dos fechas del final del Torneo Clausura 93 aparecieron los nubarrones. Porque el equipo perdió de local contra Central e Independiente -el rival que recibiría en la última fecha- ganó en Tucumán y quedó como escolta a tres puntos de distancia.

Era un martes frío, lluvioso. Detalles que sirven para que la historia tenga esos toques épicos, que se graban fácilmente en las memorias. Vélez tenía que visitar a Estudiantes y, más allá de algunas dudas que habían aparecido, un triunfo era el pasaporte a la gloria. José Chilavert; Héctor Almandoz, Mauricio Pellegrino, Víctor Sotomayor, Raúl Cardozo; José Basualdo, Marcelo Gómez, Christian Bassedas, Walter Pico; José Flores y Esteban González fueron los 11 que arrancaron aquella tarde en La Plata, que quedó grabada también porque Chila convirtió por primera vez de penal.

Era el otro condimento necesario para el final perfecto, pero Claudio París arruinó todo cuando faltaba poco para el final. Clavó el 1-1 con un zapatazo bárbaro y, entonces, toda la atención se trasladó a Avellaneda, adonde el Rojo recibía a Belgrano por la noche con la chance de descontar un punto y llegar con chances a la última jornada. Todo Vélez tuvo que vivir esos 90 minutos pegado a la radio para saber cuál sería su destino. Y la transmisión sin gritos, gracias al 0-0, significó que aquel 8 de junio de 1993 el fútbol argentino tenía un nuevo campeón: el Vélez de Bianchi, que daba su primer paso para transformarse más adelante en Virrey y en estatua.

Después del desahogo radio mediante (era una época en que los partidos no se transmitían en vivo), el plantel dejó la concentración para ir a festejar en el Amalfitani. Habían logrado el título que tantas veces le había sido esquivo con un equipo que se fue fortaleciendo fecha tras fechas. Con la seguridad de Chilavert en el arco, con una zaga fuerte que formaban Trotta y Sotomayor, con un joven Marcelo Gómez en el mediocampo, el fútbol que le aportaba Walter Pico y los goles del Turco Asad y el Gallego González (ambos con cinco gritos fueron los que más aportaron).

Las salidas de Alejandro Mancuso y Ricardo Gareca, a Boca e Independiente respectivamente, antes del inicio de aquel Clausura 93 parecían complicadas para Vélez. Más después de que no sumara grandes refuerzos para reemplazarlos. Bianchi recién llegaba al club, sin experiencia en el fútbol argentino, y decidió apostar a los juveniles. No se equivocó. Fueron fundamentales para esa primera vuelta olímpica de un plantel al que le decía que había que “ganar todo como el Milan. Tanto lo quiso imitar que un año y medio más tarde le ganaría justamente al equipo italiano para transformarse en campeón del mundo…

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