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Nacional

Dos cuadras al lado de Maradona

De sus 31 años como profesional (entre jugador y entrenador), 13 los vivió en el fútbol argentino. De Argentinos a Mandiyú, de Boca a Gimnasia, esta nota recorre historias, frases, recuerdos y momentos que el 10 protagonizó en su país. Eso sí: hay una advertencia. Será “A lo Diego”. A todo volumen. A toda velocidad

Por Ignacio Fusco

Maradona fue al velatorio de José María Muñoz, el relator histórico, fue caminando, hasta el Círculo de Periodistas Deportivos, en Rodríguez Peña y Tucumán. Maradona tenía una gorra, Maradona sintió un viento, Maradona se tocó la cabeza, Maradona vio que la gorra no estaba más. Maradona se frenó, se puso cara a cara con el que se la había afanado. Maradona le dijo qué te pasa, qué te pasa le dijo el que se la afanó. Maradona le pegó un tucumano en la frente. Se dio vuelta. Empezó a caminar.

Maradona nació un domingo.

Maradona ganó un partido como técnico en Gimnasia –un partido– y se largó a llorar.

Maradona dijo Segurola y Habana. Dijo: cuarenta y tres diez séptimo piso. “No me dura treinta segundos”, dijo también.

Maradona siguió caminando al velatorio de Muñoz. Maradona escuchó atrás suyo a un hombre que le reclamaba que cómo podía ser que él, figura pública, no se indignara por lo que les pasaba a los jubilados, abandonados por el Estado a la suerte de una mísera pensión. Maradona se frenó, Maradona lo puteó, Maradona vio que tres micrófonos lo rodeaban. Maradona escuchó que un periodista le preguntaba qué había pasado, Maradona le dijo que el estúpido éste me dice que yo no defiendo a los jubilados pero cómo no voy a defender a los jubilados nosotros tenemos que ser muy cagones para no defender a los jubilados. El periodista le preguntó entonces si estaba con los jubilados. Maradona dijo: “A muerte estoy”.

Maradona dijo andá a saltar canguro.

Maradona dijo que a la gente de Independiente la quería mucho y a ningún hincha de Racing le importó eso cuando dos años después dirigió al equipo con Carlos Fren. Maradona debutó en Racing contra Ferro en Caballito y le hizo fuck you a toda una platea (con las dos manos) porque alguien lo insultó. Maradona dirigió a Racing, el equipo salió a la cancha para un clásico contra San Lorenzo y él se volvió al vestuario con Fren, se encerraron solos, le dijo que ya no podía controlar lo que le pasaba, se largó a llorar. Maradona desapareció dos semanas y el equipo jugó sin él. Maradona dejó Racing y menos de una cuarentena después apareció en Boca con un mechón pintado de amarillo y cincuenta mil personas cantando porque iban a verlo jugar otra vez en la Bombonera, ahí, contra Colón.

Maradona dijo esta hija de puta de cancha (que era la cancha del equipo al que estaba dirigiendo), y la pisó.

Maradona dijo con el perdón de las damas. Dijo: “Sabés qué jugador hubiese sido sin drogas yo”.

Maradona dijo que como la barra de Argentinos lo había apretado, en lugar de volver a Argentinos, ahora me voy a Newell’s. Maradona jugó cinco partidos en Newell’s, Maradona se lesionó, se recuperó, empezó la pretemporada en Mar del Plata. Maradona pidió permiso para ir a ver un partido de básquet de Peñarol. Maradona no volvió más: a la semana apareció en la tele de la concentración de su equipo disparándole con un rifle de aire comprimido a seis periodistas en una casa quinta que estaba a cuatrocientos kilómetros de ahí.

Maradona estuvo a punto de jugar en Ferro, San Lorenzo y Unión. Un día dijo que tenía la ilusión de jugar en River, otro día River vendió cinco mil abonos para sus plateas, otro día Maradona se enojó porque el presidente de River lo maltrató. Maradona le inventó a un periodista que Boca lo buscaba. Boca leyó la noticia. Boca lo buscó.

Maradona siguió caminando al velatorio, le gritó al amigo que lo acompañaba: “Menos mal que eran dos cuadras, che”.

Maradona es un hombre que una vez fue a buscar la pelota al área de su equipo, jugó una pared, se limpió a un tipo, cruzó la mitad de la cancha, se limpió a tres más. Después se enfrentó al arquero, después le enganchó, después lo pasó; el arquero era de Huracán y también de la Selección Argentina, y mientras en la línea del arco lo esperaba el 3, que también era de Huracán y de la Selección Argentina, Maradona decidió que tenía que meterlo de caño el gol. Tenía 16 años ese día. A los 21 pensó en retirarse, pero, ese día, la hinchada de Argentinos lo aplaudió durante cuatro minutos. La de Huracán hizo lo mismo. A la vez. Las dos.

Maradona salió a dirigir su primer clásico en La Plata, miró el cielo y gritó mamá, te lo pido hoy mamá.

Maradona quiso hacer jueguitos en el Diego Armando Maradona (la tarde del amistoso por la muerte de Sergio Gendler, en diciembre del año pasado) y no lo logró. Lo intentó y no lo logró. Alguien le tiró una pelota, quiso levantarla, no pudo. Una cicatriz rencorosa le cruzaba la rodilla derecha. Maradona miró la platea, Maradona miró su rodilla, Maradona se la señaló. “¿Qué te falta?”, le preguntó una vez un periodista en los 90. Dijo Maradona: “Que me quieran más”.

Maradona siguió caminando al velatorio, Maradona no miró nunca el pogo que eran esas veinte personas que lo rodeaban, simplemente se frenó para ubicar a su amigo. Maradona le gritó, le dijo: “Te dije de venir con el auto, botón”.

Maradona cumple 60 años. Los cumple en el medio de una pandemia mundial; los cumple el día que el fútbol argentino eligió volver. Será sin hinchas, en silencio, como el mundo ahora, como él en su casa en este momento quizás. El living. La tele bajita; una tarde larga en el sillón. El mundo nuevo. Un mundo que él no vivió jamás.

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