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Nacional

A 23 años del día que Diego llegó en helicóptero al estadio de Gimnasia

El 9 de junio de 1997 en el estadio del Bosque se disputó un partido a beneficio de la Cruz Roja. Esa tarde Maradona jugó un tiempo para Gimnasia y uno para Estudiantes. Aquí, seis anécdotas imperdibles de aquel evento que reunió, además, a Guillermo Barros Schelotto, Juan Sebastián Verón y Martín Palermo

Por Arturo Bulian

La Plata se convertía en el epicentro del fútbol nacional por un evento solidario televisado, en medio del receso invernal, que tendría el regreso de Diego como futbolista a los 36 años, tras diez meses de ausencia. A poco de cumplir su tercera etapa en Boca y sus últimos partidos como jugador profesional, compartió cancha con Guillermo Barros Schelotto, Damián Manso, Juan Sebastián Verón y Martín Palermo. Ese día Diego quería volver a ser Maradona. Y pasó de todo…

Buscando a Maradona
La teoría afirma que una persona puede conectarse con otra, por más lejana que parezca, en no más de seis pasos. Sergio Dopazo acortó el camino para dar con Diego y cranear un evento benéfico de alto impacto. El lateral izquierdo de aquel Gimnasia modelo ’95 ya jugaba en Deportivo Español y planeó el partido con la consecuente ayuda económica a la Cruz Roja, que necesitaba una ambulancia de alta complejidad. El aliado perfecto fue Keke Fonseca: su amigo y el relacionista público más famoso de la ciudad que allanó los pasos para llegar a Guillermo Cóppola a través del empresario Carlos Ferro Viera. Un contacto llevó al otro y el sí de Diego no tardó en llegar.

Dopazo se encargaría de la convocatoria de los futbolistas y Fonseca de la indumentaria (la firma local Basset), el sponsor (MAXIMA AFJP) y la celebración posterior al partido. El medio que lo transmitiría sería América Televisión. Con la locación no había dudas: el estadio de Gimnasia, club que habían compartido en inferiores. El pacto: Diego jugaría un tiempo con los colores de Gimnasia y un tiempo con los colores de Estudiantes con ambas hinchadas. La fecha: 9 de junio de 1997, lunes feriado, a las 14 horas. El imponderable: llegó el día, la hora señalada y Diego no aparecía…

Un helicóptero sobrevuela el Bosque
“El estadio estaba repleto. Hinchas de Gimnasia y Estudiantes esperaban a Diego y no aparecía. Tuvimos que atrasar el arranque una hora y media. Le comimos parte del programa que conducía Moria Casán a la tarde en América TV” cuenta entre risas Dopazo. Guillermo Cóppola ubicó a Diego ese lunes después del mediodía y accedió al pedido del astro: llegar al evento en helicóptero. Ya no había tiempo para otra opción y tras una búsqueda desesperada se cumplió el deseo y “finalmente llegamos en helicóptero a la cancha auxiliar de 60 y 118”, agrega el exrepresentante. Mientras, Juan Manuel Azconzábal se ataba los cordones del botín zurdo y se sorprendió con un sonido brutal a su espalda. “Se sintió como una explosión detrás de la tribuna visitante donde están los vestuarios. Nos miramos entre los que estábamos vestidos de Estudiantes y dijimos ¡Llegó Diego!”. Se terminaba la espera, la fiesta estaba asegurada. Para Dopazo, la empresa de seguridad Lo Jack ofreció el vehículo. Lo que no queda claro es cómo se efectuó el alquiler: “Años después me quisieron pasar una cuenta de ese helicóptero”, afirma Cóppola.

¿Cómo estás Diego?
Entre agosto de 1996 y ese 9 de junio Diego se alejó de las canchas y se acercó a los escándalos mediáticos con presencias habituales en el ciclo televisivo de Mauro Viale. Sabía que para volver a competir con 36 años “después de la Copa América” -regresaría a Boca por última vez el 31 de julio para retirarse en octubre- necesitaba una intensa preparación y acudió a Elvio Paolorosso. “Nos fuimos a La Posada del Qenti, en Córdoba, y a Villa La Angostura veinte días para llegar en forma al amistoso. Diego bajó más de siete kilos en ese lapso, estaba impecable. Pero unos días antes del evento, lo perdí, no supe más de él”, cuenta el expreparador físico de la Selección Argentina y Barcelona, que continuaría la puesta a punto en Canadá junto a Diego, Lalo Maradona y un tal Ben Johnson.

Diego volvió a Buenos Aires días antes del amistoso y en ese tramo que comenta su entrenador, perdió estado. La pregunta se imponía. ¿Cómo llegaba físicamente? “Es difícil hacer una evaluación con sólo veinte días de trabajo. Dentro de tres semanas tendré un diagnóstico firme cuando empiece a hacer fútbol en serio", le contestó a Daniel Cacioli. periodista de la transmisión oficial. Rodeado de curiosos en el círculo central, Diego cerró la nota fastidiado por la desorganización luego de que un cronista de radio apoyara un brazo en su hombro.

Minutos antes, en los vestuarios, saludó uno por uno a los jugadores de cada equipo. Según el ex futbolista Gustavo Reggi “Diego se cambió en el suelo y nos dijo a los que estábamos vestidos de Gimnasia que había que ganar, que de amistoso el partido no tenía nada. ¡El tipo se lo tomaba muy en serio!”. Daniel Córdoba, entrenador del equipo rojo y de Estudiantes en aquel momento, confiesa que tuvo que rescatar a Diego antes del comienzo: “Me metí en la ducha mojándome a la par de él. Yo le imploraba, ‘Diego apurate que está el estadio lleno de gente’. En el entretiempo tuve que volver al vestuario para buscarlo y otra vez me mojé”. Finalmente, el reloj dio las 15.30. Diego frente a la pelota. Una vez más. Comenzaba el show.

Azconzábal colgó una pelota
La publicidad de MAXIMA AFJP cruzaba el pecho de ambas camisetas, junto con el escudo de la Cruz Roja y la firma Basset. Un equipo tenía mangas, cuello y pantalón azules; el otro, mangas, cuello y pantalón rojos. Pero para todos, ese día se jugaba el clásico platense. Diego arrancaba con los colores del Lobo. Con invitados para ambos bandos, esa cruzada benéfica reunió a Maradona, Guillermo Barros Schelotto, Juan Sebastián Verón y Martín Palermo. Todos con pasado reciente o futuro en Boca y la Selección Argentina. Se sumaban figuras del fútbol local. Carlos Timoteo Griguol y el Profe Córdoba, los conductores. De azul y blanco estaban, entre otros, Ariel Pereyra, Guillermo, Gustavo Campagnuolo, Dopazo, Hernán Cristante, Damián Manso, Gustavo Reggi, el Ciruelo Piaggio. De rojo y blanco: Carlos Bossio, Juan Manuel Azconzábal, Palermo, Verón (ya en Sampdoria), Bruno Giménez, que todavía no llevaba el apellido Marioni, Adrián De Vicente.

A poco del comienzo, Azconzábal despejó violentamente una pelota que terminó fuera del estadio. Si, la mandó a la calle. “Esa jugada del vasco nos hizo reír, ya se respiraba el clima a clásico”, recuerda Hernán Cristante. El diario La Nación describió en su crónica del martes 10 de junio: “En su segunda intervención, Azconzábal fue con tanta vehemencia que, al girar, casi le deja incrustado el botín izquierdo en el rostro de Maradona”. “Era indudable, más allá del show, nadie quería perder”, aporta el Profe Córdoba. También hubo tiempo para que el público, fuera del marco de banderas de triperos y pincharatas, aplaudiera a Diego. En ese primer tiempo se asoció con Guillermo -se reencontrarían junto a Palermo en Boca meses más tarde-, tiró paredes con Manso, ensayó una chilena al borde del área de Bossio. Casi convierte un córner olímpico. Esa tarde ingresó Leandro Román, un atleta platense con una pierna amputada que en muletas combinó con Diego y la jugada casi termina en gol tras una mala definición de Piaggio. En el segundo tiempo llegarían los cuatro goles, la polémica y un protagonista inesperado...

“Los goles del 14 que ya van a venir”
Previo al partido, el Profe Córdoba reunió a sus dirigidos. Se inquietó por la falta de algunos suplentes. Sergio Castillo se había ausentado, Ricardo Rojas estaba abocado a la selección paraguaya. Sin dudar, como en la cancha, Azconzábal levantó la voz: “Daniel, un amigo quedó libre en Sarmiento y vino conmigo, le aviso y si le prestan botines, juega”. Córdoba no dudó y le dijo que lo llamara. El vasco lo trajo al instante: un flaco espigado de un metro noventa y cara de estar en un cumpleaños. Le dieron la camiseta número 14 con la misión de neutralizar al 7 de Gimnasia.

Mauro Castelazzi no sabía ese sábado 7 de junio que en pocas horas viviría el día más feliz de su vida después del nacimiento de su hija Juana. Azconzábal estaba de vacaciones en Junín y una vez que terminó el partido de River de esa ciudad, donde jugaba el flaco para la liga, le dijo si quería conocer a Maradona. Castelazzi río nervioso, aceptó y junto a Tomás Majón –también jugaría el lunes y sería reemplazado por Leandro Román- viajaron a La Plata a las pocas horas.

“No lo podía creer, venía de jugar para 100 personas y de un momento a otro estaba al lado de Maradona con treinta mil. Recuerdo que Diego me dio una palmada en la cola antes de salir a la cancha para el segundo tiempo y me dijo ‘jugá como en el campito’”. El relato de Castelazzi se replicó en los diarios platenses y nacionales, que bautizaron la historia con títulos como “A Mauro Castelazzi lo tocó al mago Copperfield” y “El día que Castelazzi eclipsó a Diego”. El flaco se ubicó como lateral izquierdo y tuvo que enfrentarse a la figura del Lobo que pasaría a Boca… “En un momento defendía con la gente de Estudiantes al lado y empecé a escuchar ‘los goles del 14 que ya van a venir’. Caí que unos segundos antes sin querer le había tirado un caño a Guillermo Barros Schelotto”. La historia no termina ahí. Hubo foto con Diego y el vasco y fue convocado por Córdoba para sumarse a la pretemporada de Estudiantes. “Le dije que sí pero no aguanté y a los pocos días me volví a mi pueblo”. Su vida sigue allí, rodeado de su familia y fotos de aquel día mágico.

La expulsión que no fue
Sergio Dopazo le consultó a Diego por el árbitro del amistoso: “Le pregunté si llamaba a Luis Oliveto y me dijo que quería que dirigiera Florencia Romano, para que se mostrara”. A Diego le cerraba que estuviera una mujer porque se convertiría en la primera en un evento de semejante magnitud. Romano también enfrentaba en ese entonces a Julio Grondona, el presidente de AFA. La tucumana llevó su lucha por la aceptación en el fútbol masculino hasta las últimas consecuencias, incluso con una huelga de hambre. Y finalmente pudo dirigir de manera oficial en 1998 por la Primera D marcando un hito en el arbitraje argentino.

Esa tarde, Romano debía hacer las cosas bien más allá de la entidad del partido. El guiño de Diego no tardó en llegar según cuenta emocionada: “Estaba atándome los cordones en la mitad de la cancha antes del comienzo, se me acercó y me dijo ‘sos igual que yo, siempre me ato los botines antes de empezar’”. Tras un primer tiempo sin sobresaltos, Romano le cobró un penal dudoso a Azconzábal sobre Guillermo y el mellizo marcó el primero para el Lobo ya en el segundo tiempo. El partido terminaría 2 a 2 con otros goles de Reggi (azul y blanco), Giménez y De Vicente (Estudiantes). Pero el quiebre se produjo cuando, en la parte final, Dopazo tomó a Diego y recibió la segunda amarilla. Romano no dudó en expulsar al organizador del evento solidario. El Profe Córdoba describe qué pasó después ante el asombro general: “Diego viene a la banderita del córner debajo de la platea techada y me dice ‘si lo echan al Cabezón Dopazo yo no juego más’ e hizo una sentada. Para Florencia ese era ‘su’ partido y para dar marcha atrás con el fallo había que convencer al veedor. Y una vez que tuve el aval, se lo comuniqué. Florencia invitó a Dopazo y a Diego a regresar a la cancha y la roja quedó en la nada”.

“Nunca voy a olvidar a Diego consolándome después de la expulsión. Si el partido se terminaba ahí, sin él, nos mataban a todos”, recuerda Dopazo. Esa tarde se recaudaron 250.000 dólares, monto suficiente para comprar la ambulancia de alta complejidad. Diego se fue rápido una vez que todo terminó en la cancha, pero los festejos de ambos planteles continuaron horas más tarde. El alquiler de aquel helicóptero que depositó a Diego en el Bosque es un misterio. La certeza: veintitrés años después, el gran protagonista y el club tripero siguen unidos.

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