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Internacional

Viaje, pesca y derrota. La historia que cambió la vida de Rafa Nadal

En diálogo con TNT Sports, Toni, su ex entrenador, su tío, contó cómo se formó uno de los mejores tenistas de la historia. La lección sobre su nueva "normalidad", la frase más dura para motivarlo a superarse, la curiosa historia de cómo empezó a jugar con la izquierda pese a ser derecho, y Messi, siempre Messi, de quien este hombre dijo: "de los mejores deportistas del mundo, ninguno hace lo que hace él"

Rafael Nadal
Rafael Nadal (EFE)

Por Ignacio Fusco

—Una vez le escuché decir a Vilas: "Rafa gana mucho porque tiene miedo a perder".

—¿Y es así? ¿Tiene miedo a perder?

—¡Pues claro! Guillermo tiene razón.

Rafael Nadal nace en una derrota. Fue un verano. Todavía en la escuela, tuvo una idea horrorosa: quiso ser normal. Charló con Toni, su entrenador, su tío, y le dijo que se iría a pescar. A la vuelta, en unos días, empezaba un torneo, y Nadal se cruzó con un chico al que le ganaba siempre. La normalidad civil es la Kryptonita, parece, del mundo de la competición. Nadal volvió. Nadal jugó. Nadal perdió.

—¿Y alguna vez volvió a ir a pescar?

—No, no. Eso no pasó nunca más.

El hombre que ahora charla con TNT Sports es uno de los entrenadores más fabulosos de la historia. El atenuante de que en el tenis batalla una persona contra otra —y que él solo trabajó con esa bestia llamada Rafael— es inmediato y obvio, pero Toni Nadal puede contar sin embargo que juntos prepararon, juntos planificaron y juntos experimentaron una carrera amateur de una década, una vida profesional que duró 17 años más, y que ahí al ladito del zurdo que usa la vincha de Daniel San fue al menos el ganador estratégico de 59 títulos y 16 Grand Slams. En uno de los Instagram Live que hacemos cada día en TNT Sports, el tío del monstruo hecho de polvo de ladrillo (como el Hombre de Piedra de los Cuatro Fantásticos pero con el polvo de Roland Garros) cuenta que Nadal quería jugar al fútbol y no al tenis, que ya a los 13 años era el goleador del Olimpic de Manacor pero que finalmente eligió este futuro porque a los 12, un año antes nada más, había sido campeón de Europa. Digamos: Rafael Nadal se decidió por haber ganado, luego de que lo haya transformado perder. A 20 años de aquel nacimiento su tío ofrece ahora una conversación que puede ser también un ensayo, un decálogo para entender la mente del deportista con el que trabajó hasta 2018, el 4º tenista que más títulos ganó en el medio siglo de vida del circuito ATP.

—Es interesante lo del miedo a perder. Martí Perarnau, biógrafo y amigo de Guardiola, ha dicho una vez que sus equipos jugaban así, Toni, porque a él le pasaba eso: tenía miedo a perder. Que la pelota la tuviera el otro lo aterraba. Por eso, entonces, desde el principio intentó jugar a lo que vemos: a no perderla jamás.

—Bueno, Rafa se esforzaba siempre desde la primera pelota porque sabía que el rival le podía ganar. Él sabía eso, así que la atención ya estaba puesta desde la primera bola. La condición que une a los grandes deportistas es ésa: les molesta perder. Hay chicos con unas condiciones bárbaras pero que no tienen esas ganas locas, esa obsesión por ganar, y entonces llega un instante, siempre llega un instante en el que pierden la atención en el momento de impactar una pelota. Y ésa es la diferencia entre unos y otros. La atención.

—¿La desconcentración?

—Claro. Cuando tú te desplazas después de dos o tres golpes necesitas llegar a la próxima bola con las piernas bien colocadas, haber ajustado bien los pasos, y eso se hace solamente con una larga concentración. No se puede llegar a un alto rendimiento con poca capacidad de concentración. Porque si a una pelota llegas un poco tarde, a la próxima le darás con una intensidad de cinco puntos, y la intensidad que necesitaba ese golpe era de diez. Entonces, atención. Después, cuando te acostumbras, ya lo hiciste natural. Cuando tú te llevas al extremo un día, y otro, y otro, y otro, eso que en los partidos parece excepcional es, en realidad, lo natural. Por eso el entreno tiene que ser igual a jugar una final. Igual. El entreno siempre ha sido, para mí, más importante que la competencia en sí.

—¿Esa exigencia era natural en Nadal, o se la inculcó usted?

—Rafael se ponía a entrenar y tiraba muchas bolas afuera. Después se ponía a competir y las tiraba todas adentro.

—¿Pero eso a qué edad?

—(piensa) Siete años tenía.

—Qué chiquitito. Bueno, justamente por eso le preguntaba si usted fue el guía de su deseo, o si el deseo de ser el mejor fue por usted. Porque parece todo tan planeado, tan moldeado, la verdad.

—No, lo primero es el deseo, siempre lo primero es el deseo. Y no es que piensas en ser el Nº 1, sino en ser mejor: ser cada día un poco mejor. Después, sí es verdad que yo he sido un entrenador que lo preparó para la dificultad; nunca he tenido reparos en hacerle jugar en pistas en malas condiciones, por ejemplo, o le decía que íbamos a entrenar durante una hora y media y le alargaba el entreno después. O si se olvidaba el agua, bueno, no se bebe, sigamos, no. Siempre, eso, para lograr una capacidad de aguante superior, porque yo sabía que él tendría que llegar una y otra vez a una pelota difícil, y no quedaba otra que llegar. La fortaleza mental viene de eso: la exigencia y la atención. Exigencia. Y atención. Finalmente, lo máximo ya no será difícil: será tu normalidad. Si hay algo que a mí me molesta mucho es la queja. La frustración.

—¿La frustración? ¿Cómo, a qué se refiere?

—A la gente que se frustra. La gente que se frustra rápidamente. Porque, ¿quién se frustra rápidamente? ¿Quién se frustra en la vida? La gente que tiene una mirada sobredimensionada de sí. Aquél que se cree mejor de lo que es. Yo entrenaba a una chica que era 400 del mundo. Un día me dijo algo sobre una cosa que ella hacía bien. “Si la hicieras bien estarías 200”, le dije. “Y si lo hicieras muy bien, 100”. Es lo que pasa en el mundo. Les hacen creer a los jóvenes que lo hacen bien. Y después algo no funciona, y se frustran.

—¿Rafa era así de joven?

—Yo partí de una idea. “Tú no eres bueno, así que vamos a subir”.

—O sea que nunca se sobredimensionó.

—Para que alguien se sienta especial tiene que darse una característica indispensable, que es ser especialmente tonto. Y Rafa no era un tío tonto. No, no. En la vida es un tipo normal, nada especial. Pero en la cancha se transforma.

—Y el miedo del que hablábamos al principio, Toni, ¿alguna vez lo ha logrado paralizar? ¿Cómo se maneja el miedo en una situación límite, un match point, un duelo contra Federer, una final?

—El miedo existe, sí, pero a los grandes no los bloquea. Cada vez que preparábamos una final de Grand Slam yo pensaba: “¿Y qué pasa si perdemos?”. Y perdíamos, y no pasaba nada. Perder no es ninguna tragedia. Rafael lo tiene claro: se puede ganar, se puede perder. A Messi, que es probablemente el deportista más grande de la historia, le pasará lo mismo: se puede ganar, se puede perder. A Djokovic, Federer, Jordan: a todos les pasará lo mismo.

—¿Messi es el mejor deportista de la historia? ¿Cree eso? ¿Sí?

—Bueno… yo no sé si el mejor deportista de la historia, pero… a ver, no está bien dicho el mejor, y es muy difícil determinarlo porque son deportes diferentes, no es lo mismo ser el mejor en fútbol, que lo juegan no sé cuántos millones de personas, que serlo en una disciplina que la practican pocas, pero… A ver: está claro que Phelps es uno de los mejores, o Bolt, o Jordan. Pero lo que hace Messi es lo más difícil de todos los deportistas.

—¿Cómo lo más difícil?

—Porque, lo que hace, mira: Tiger Woods es un gran jugador, ¿no? Probablemente el mejor de la historia. Pero lo que hace él también lo saben hacer los demás. ¿Cuál es su diferencia? Que él lo repite más veces. Tiene un porcentaje de acierto superior. Ahora, lo que hace Messi no lo sabe hacer nadie; nadie lo sabe hacer. Esos driblings. Yo creo que ni Neymar sabe hacerlos.

—No sabe si el mejor pero en el podio lo tiene. ¿Quiénes serían los otros dos?

—Bueno, Federer. No sé, hay mucha gente.

—¿Rafa puede ser el mejor tenista de la historia?

—Depende de los títulos. Roger es el mejor de la historia porque tiene más títulos de Grand Slam. Cuando acabe la carrera de ambos y veamos los títulos de cada uno se decidirá.

—¿La belleza, el estilo, no influyen nada?

—No, porque Dimitrov no juega muy lejos de como lo hace Federer y no lo pondrías 15 de la historia jamás. En deportes como el tenis y la natación si has conseguido 20 medallas de oro eres mejor que el que consiguió diez. Así que Federer es el mejor.

—¿Vio el Instagram Live que hicieron entre ellos?

—¿Cuál?

—Uno que hicieron entre Roger y Rafael.

—Ah. No, no.

—Porque hubo un momento en el que Roger le preguntó a Rafael por su zurda. Si era zurdo le preguntó. Cómo era esa historia.

—Rafa es diestro, no es zurdo. Cuando juega al golf, cuando come, cuando pesca, cuando escribe, lo hace con la derecha.

—¿Y por qué al tenis juega con la izquierda?

—Porque, pues, mira: la realidad fue que él empezó a jugar de muy pequeño, cuando tenía tres, cuatro años, a dos manos. Siempre a dos manos. Tanto para un lado como para el otro, a dos manos. En ese momento no hacíamos el saque, así que yo no sabía qué era, si zurdo, si derecho. Hasta que un día empezamos a sacar.

—¿Con qué mano?

—Probábamos con ambas. Con la izquierda, con la derecha.

—¿Y ahí se dio cuenta de que era zurdo?

—No. No le daba bien con ninguna, no.

—¿Y entonces?

—Entonces, como cuando la pelota venía para el centro él siempre se colocaba para golpearla con la parte de la zurda, ahí pensé: “Es zurdo”. Hasta que tuvo diez años, diez años y medio, jugó todo a dos manos. Todo, todo, a dos manos. Hasta que le dije: “Bueno, vamos a cambiar”. Al final pues lo único que yo sí hice fue que jugara el drive con una mano. Y ahí vi que era más zurdo que diestro. Aunque en realidad es más diestro que zurdo. Pero empezamos: cinco minutos con una mano, luego todo el entreno con dos, así, progresivamente, hasta que llegó un torneo y le dije: “Éste lo jugamos todo con una mano”.

—La zurda.

—La zurda, claro. Le costó más de lo normal, pero se ha adaptado.

—¿Y cómo le fue en el torneo?

—Pues lo ganó.

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