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Internacional

El tenis en tiempos de guerra

La suspensión del tenis a nivel mundial como consecuencia de la pandemia no tiene precedentes en su rico historial. Sin ánimo de comparación entre cada problemática, la única relación con el pasado se remonta a la Segunda Guerra Mundial

El tenis, suspendido en tiempos de coronavirus
El tenis, suspendido en tiempos de coronavirus (EFE)

Por Chiche Almozny

La suspensión del tenis a nivel mundial como consecuencia de la pandemia de coronavirus no tiene precedentes en su rico historial. Sin ánimo de comparación entre cada problemática, la única relación con el pasado se remonta a la Segunda Guerra Mundial: las principales potencias europeas se vieron afectadas de tal manera que cancelaron la actividad oficial en la mayoría de los centros neurálgicos del deporte, y el tenis no fue la excepción.

Los grandes torneos como Wimbledon y Roland Garros tenían -y tienen- sus sedes en dos ciudades clave dentro de la contienda, aunque fue Londres quien recibió la peor parte por estar relacionada con fábricas de armamentos y lugar de residencia de líderes políticos que Hitler conocía a la perfección. ¿Consecuencias? El barrio de Wimbledon fue atacado por aviones enemigos con nefastas consecuencias en vidas humanas y estructura. Es bueno destacar un párrafo publicado en el diario español La Vanguardia al respecto: "Durante la noche del viernes 11 de octubre de 1940 un ataque aéreo nazi dejó caer cinco bombas de más de 200 kilos sobre las instalaciones del All England Club. La primera destrozó el tejado del local social, la segunda cayó sobre la cubierta de la pista central, la tercera en Church Road, y las dos últimas dejaron dos enormes cráteres en la zona del campo de golf anexo. El daño en la pista central afectó a 1.200 asientos. Los raids aéreos alemanes dejaron 150 muertos, 1701 heridos, 2000 personas sin hogar y 12.000 viviendas afectadas".

En París las consecuencias fueron diferentes y el estadio francés -en el Bois de Boulogne- se convirtió en un campo de concentración por orden del gobierno, alojando a disidentes políticos extranjeros y, cuando la ocupación alemana fue un hecho, para recibir a los judíos que escapaban de los nazis.

En resumen, el Grand Slam de Australia se disputó en enero de 1940 pero permaneció cerrado entre 1941 y 1945; Wimbledon y Roland Garros cumplieron la "cuarentena" obligatoria entre 1940-1945 y el Campeonato de los Estados Unidos (por entonces no era profesional ni abierto, no se denominaba US Open como ahora) fue el único que siguió disputándose casi normalmente. Poco a poco se regresó a la actividad mundial y en Londres se jugaron algunos partidos de exhibición al estilo Copa Davis a mediados de 1945 cuya recaudación sirvió para reconstruir el predio.

La Argentina tuvo su primavera tenística gracias a esos conflictos bélicos ya que muchos de los campeones viajaron para jugar en la región, lejana al conflicto. Existe un hecho prácticamente desconocido para los aficionados: un estadounidense, William Donald McNeill, se radicó en el país tres años en plena Guerra como agregado naval y llegó a ser el Nº 1 del ranking nacional. ¿Cómo fue posible? El reglamento local permitía que un extranjero radicado temporalmente -un mínimo de dos años- participara y sumara los puntos necesarios para entrar en dicho escalafón. McNeil lo consiguió en 1943, antes de regresar a Oklahoma, secundado por Alejo Russell, Augusto Zappa, Heraldo Weiss y Héctor Cattaruzza en las primeras cinco posiciones. Lo increíble es que durante su estadía el campeón de dos Grand Slam solo perdió una vez, en la primera rueda del Campeonato Argentino (en el Tenis Club Argentino de Palermo, al lado del Planetario) contra Oscar González Bonorino (del Olivos Tenis Club) por 6-1 y 10-8, como bien se relata en la tetralogía Historia del Tenis en la Argentina.

El tenis, como el deporte en general, dejó de ser noticia en estos tiempos difíciles que le toca vivir a la humanidad. Transita un momento inédito ya que nunca sufrió un parate tan terminante como el actual y las distintas autoridades tendrán que apelar a un complejo entramado de reorganización, seguramente con otros parámetros que nos dictará este fuerte aprendizaje. Sucederá y el engranaje volverá a funcionar, pero ahora la atención debe estar en un problema mucho más trascendente.

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